El uso de los secuenciadores –y su familiar, la caja de ritmos– en el rock. Conoce cómo funcionan y escucha algunos famosos ejemplos, y otros bastante desconocidos, del uso de estas herramientas musicales, en el Podcast 4 de nuestra serie «Rock bajo la Lupa».
Categoría: Rock
Rock bajo la Lupa 3: Las métricas extrañas del Progresivo
Un gran porcentaje de la música Rock utiliza una métrica cuaternaria (esto es, compás de 4/4 o de 12/8). Sin embargo, el Rock Progresivo se ha salido de esa norma y, mucho más que cualquier otro género de música popular, ha experimentado con estas métricas inusuales, que yo denomino métricas aditivas.
Escucha varios ejemplos de estas métricas en nuestro nuevo Podcast.
Rock bajo la Lupa 2: El órgano Hammond
Escucha aquí las diversas sonoridades creadas por los intérpretes de rock en el órgano Hammond y otros órganos eléctricos.
Uno de los primeros instrumentos eléctricos, el órgano diseñado por Laurens Hammond, comenzó a fabricarse en 1935. Este órgano produce el sonido por medio de una serie de discos metálicos que giran enfrente de unas bobinas electromagnéticas, creando en ellas una corriente eléctrica que al ser amplificada suena casi como una onda senoidal.
¡Dale play!
Rock bajo la Lupa: Rocanroleando a los clásicos
El grupo Kiss citando una melodía de Beethoven, los Rolling Stones abriendo sus conciertos con una obra de Aaron Copland y Elvis Presley cantando «O Sole Mio», son sólo algunos ejemplos de la influencia de la música de arte europea en el rock. En este capítulo de «Rock bajo la Lupa» muestro cuatro formas de rocanrolear a los clásicos.
Los Críticos del Rock Progresivo
Artículo publicado originalmente en octubre de 2011 en la página de http://www.facebook.com/GoveaProgressiveJazz
Ningún otro género de la música popular ha sido tan satanizado como el rock progresivo. Gran parte de la prensa musical, e incluso algunos musicólogos, lo han acusado de ser pretencioso, apolítico, elitista, y demás adjetivos peyorativos. Un análisis de esta actitud de los críticos de rock hacia esta música podría llenar un grueso tomo.
Hace algunos meses escuché una conferencia sobre historia del rock impartida por un conocido crítico mexicano de dicho género. De entre varios comentarios que hizo, evidenciando su desagrado hacia el rock progresivo, tomaré solo uno para analizarlo en detalle. Dicho comentario es el siguiente: “Los músicos de rock progresivo eran personas que aspiraban a ser músicos clásicos”. Aclaremos que cuando este crítico habla de un músico clásico se refiere a un músico de conservatorio.
Ante esa afirmación, lo primero que podríamos contestar es: si algún músico de rock quiere volverse clásico, ¿cuál es el problema?, ¿acaso no tiene la libertad de hacer musicalmente lo que se le antoje? No obstante, esta supuesta aspiración a ser clásico es una actitud que este crítico hace ver como despreciable; su visión es que la música clásica (o académica) es completamente opuesta y ajena a la música rock, que es considerada como música de extracción popular. Insinúa además que un músico que olvida sus raíces populares en busca de una música que, supuestamente, se identifica con las clases altas, traiciona la esencia de lo que es el rock.
Esta es la idea de la “acreditación cultural”, según la cual las obras de rock progresivo “podrían elevar el estatus de sus compositores e intérpretes – y por implicación, de la música pop en general – a un nivel comparable con el de la música clásica europea del pasado, y de este modo llevarlos a la aceptación dentro de los círculos del establishment musical”.(1) Para estos críticos, la creatividad y el eclecticismo del rock progresivo es solo una búsqueda de estatus, un intento por agradar a la gente que aprecia y cultiva la «música de arte». Hay varios problemas con esta idea.
Primeramente: si alguien quisiera elevar su estatus dentro del círculo de la música de concierto –cuyo público, por lo general, es completamente ajeno a muchas músicas de corte popular– lo menos adecuado sería formar un grupo de rock. En segundo lugar, esta idea ignora completamente la historia real de muchos músicos de rock progresivo. Keith Emerson, tecladista y compositor de Emerson, Lake and Palmer, tuvo una breve formación clásica con varias profesoras de piano, para tiempo después acercarse al jazz, al blues y al rock. Rick Wakeman, tecladista de Yes, terminó la licenciatura en piano clásico y se convirtió en músico de estudio, llegando a aportar sus teclados en dos discos de David Bowie. El tecladista de Gentle Giant, Kerry Minnear, presenta un caso similar, termina su licenciatura en composición y se adentra tiempo después en el rock. Chris Squire, bajista de Yes, formó parte, siendo niño, de uno de los mejores conjuntos corales de Inglaterra, y, al igual de todos los mencionados anteriormente, escogió el rock como el mejor medio para expresarse musicalmente. Si es despreciable dejar el rock para irse a lo clásico, según esta teoría, sería admirable moverse de lo clásico al rock.
Nuestro amigo crítico declara después que “lo malo” de Rick Wakeman era que “se había quedado a mitad del camino entre ser un músico de rock y un músico clásico”. Esto es una falsa dicotomía: según él eres músico clásico o eres músico de rock, no tienes mas que dos opciones, cualquier fusión de elementos de las dos músicas es inaceptable.
Del análisis del discurso de este y otros críticos, puede deducirse que su molestia viene de la convergencia de la –para ellos– música de las altas clases sociales (clásica) con la música de la –también, según ellos– clase trabajadora (rock) en un género como el rock progresivo. Dicha molestia se basa en falsos supuestos, ya que los conocimientos de música clásica de gran parte de la clase dirigente, o poderosa económicamente, son mínimos; y por el contrario, la gente de la clase trabajadora puede disfrutar enormemente un concierto de un cuarteto de cuerdas o de una orquesta sinfónica.
[1] Hatch and Millward From Blues to Rock, An analytical History of Pop Music, 1987, p.148, Manchester University Press .
Reseña de «1973: The Golden Year of Progressive Rock» de Geoffrey Feakes
En esta ocasión presentaré una breve reseña del libro “1973: The Golden Year of Progressive Rock” de Geoffrey Feakes publicado por Sonicbond Publishing en Mayo de 2022. Geoffrey Feakes es un escritor y periodista musical británico; ha publicado libros sobre The Moody Blues, The Who y Steve Hackett y escribe desde 2005 en la Dutch Progressive Rock Page.
En el prólogo de menos de dos páginas, se hace una rápida revisión del cine, la televisión, radio, deportes, la música popular y los acontecimientos políticos y sociales del Reino Unido ocurridos en 1973; lo que nos sitúa en el contexto de una época donde la música hoy llamada rock progresivo fue, según el autor, “Ese raro caso en el que una credibilidad artística sin precedentes fue de la mano del éxito comercial, logrado con poca exposición en la radio o la televisión” (Feakes, 2022, p. 8).
¿Por qué dice Geoffrey Feakes que este fue el año dorado del progresivo? Esto lo explica en su introducción.
- Muchas de las bandas formadas a finales de los 60 se encuentran en su apogeo.
- Hay debuts impresionantes, entre los que cita a Camel y Greenslade.
- Los seis grandes del progresivo británico lanzaron importantes álbumes: Emerson, Lake and Palmer, Brain Salad Surgery; Genesis, Selling England by the Pound; Jethro Tull, A Passion Play; King Crimson, Larks’ Tongues in Aspic; Pink Floyd, The Dark Side of the Moon; y Yes, Tales from Topographic Oceans.
- Si lo anterior no bastara, durante la temporada navideña de 1973, los álbumes ya mencionados de Yes y de Emerson, Lake and Palmer fueron los discos más vendidos en el Reino Unido, alcanzando, respectivamente, el número 1 y el 2.
En las 30 páginas que siguen, se detalla lo que hace especial a este año, con breves secciones que abarcan los siguientes temas: el prog sinfónico, la escena Canterbury, el Krautrock, la fusión, el prog folk, el art rock, el space rock, el hard rock, el progresivo en otros países europeos, la parte visual de las presentaciones en vivo y los álbumes derivados de las mismas, la recepción de la crítica y las ilustraciones de los LPs. También dedica pequeños capítulos a los discos Tubullar Bells de Mike Oldfield y The Dark Side of the Moon de Pink Floyd.
La segunda parte del libro es la más extensa –abarca casi cien páginas de un total de 160– y está dedicada a reseñar veinte álbumes clave del 73. Para cada disco sigue un formato donde anota los datos de los intérpretes, la grabación y la producción, fecha de lanzamiento y lugar alcanzado en los charts; después habla sobre los orígenes de la banda y su desarrollo hasta esa fecha; por último, comenta cada una de las pistas del álbum. Feakes enfatiza que no pretende listar “lo mejor del 73”, ni sus veinte álbumes favoritos del año sino que intenta ofrecer una amplia muestra de la diversidad de los lanzamientos, no sólo de los grupos considerados como rock progresivo, sino también de los que presentan conexiones con este género.
Aparte de los álbumes ya mencionados de Emerson, Lake and Palmer, Genesis, Jethro Tull, King Crimson y Yes, en este listado se encuentran:
Mahavishnu Orchestra – Birds of Fire
Rick Wakeman – The Six Wives of Henry VIII
Greenslade – Greenslade
Gong – Flying Teapot
Le Orme – Felona E Sorona
Can – Future Days
Kayak – See See the Sun
Gentle Giant – In A Glass House
Premiata Forneria Marconi – Photos of Ghosts
Renaissance – Ashes Are Burning
Caravan – For Girls Who Grow Plump in the Night
Nektar – Remember the Future
Manfred Mann’s Earth Band – Solar Fire
Electric Light Orchestra – On the Third Day
Magma – Mekanik Destruktiw Kommandoh
La información presentada para cada álbum es valiosa y bien organizada, pero las descripciones de cada una de las pistas no me parecen –en lo general– que aporten demasiado, pongo como ejemplo la siguiente narración que hace del inicio de Larks’ Tongues in Aspic de King Crimson:
El álbum y la primera parte del tema del mismo título se abren con el suave sonido de la percusión afinada, ondulando como un suave arroyo en un día de verano. Sin embargo, es la calma que precede a la tormenta. Una guitarra distorsionada y un violín insistente entran en escena alrededor de los tres minutos antes de que toda la banda irrumpa en acción –y lo haga decididamente–. A los cinco minutos, nuestros oídos se ven asaltados por una secuencia desarticulada y muy compleja con inquietos acordes de guitarra apoyados por una percusión sobrenatural.
(Feakes, 2022, p. 59)
Esta descripción, para mí, no dice nada que el oyente no pueda percibir por sí mismo o que permita a este mejorar la comprensión de la música escuchada. De cualquier forma, este tipo de narración es representativa de las reseñas de álbumes que se encuentran abundantemente en publicaciones musicales y en sitios de internet. A pesar de lo dicho, creo que esta segunda parte del libro puede funcionar muy bien como referencia y medio de consulta.
Un hecho que me parece importante de este libro, es que el autor conoció esta música en la misma época en que surgió y vivió el desarrollo de esta yendo a conciertos y comprando y escuchando los álbumes en los mismos años 70, lo que le da una visión diferente de lo que nos puede relatar un autor joven que apenas descubríó a estas bandas o alguien mayor pero que fue completamente extraño a ese entorno. Dice Feakes:
Estaba al final de la adolescencia, disfrutando de una vibrante escena musical en compañía de amigos con intereses similares. A lo largo del año, compré 80 álbumes y tuve la suerte de ver a muchos grupos en directo. El precio medio de las entradas en el Reino Unido era de 1 libra, lo que, teniendo en cuenta la inflación, equivale a unas 10 libras hoy en día. Comparen esto con la gira de Genesis 2021-2022 The Last Domino?, donde las entradas comenzaban alrededor de las 150 libras y de ahí iban para arriba. Los álbumes de vinilo costaban entre 2 y 3 libras.
(p. 7-8)
Siendo testigo directo de ese movimiento musical, el autor aporta importantes observaciones, como la siguiente:
Si bien «rock progresivo» no es, por lo que recuerdo, un término que yo o mis amigos utilizáramos habitualmente a principios de los años setenta, lo cierto es que se utilizaba a principios de la década, como demuestra el Bath Festival of Blues & Progressive Music celebrado en junio de 1970. Sin embargo, había una tendencia a utilizarlo como un término genérico para las bandas y los músicos que tocaban una variedad de rock, ya fuera heavy, folk, blues o sinfónico. El semanario musical británico Melody Maker, por su parte, seguía aplicando regularmente el término «pop» en 1970 a una gran variedad de actos, independientemente de los estilos.
(p. 11)
Esto que comenta Feakes, es un punto interesante a investigar –y muy probablemente lo haremos más adelante–, ya que suele olvidarse que los términos cambian con el tiempo –e incluso, con la geografía–, y alguien que hablara de “rock progresivo” o “pop” en los 70, se refiere a algo diferente y mucho más amplio de lo que se consideró décadas después y, por supuesto, de lo que se entiende en la actualidad.
También hay varias declaraciones en este libro que contrastan plenamente con la narrativa de la prensa musical dominante.
Dice Feakes: «A lo largo de los años, los libros sobre el tema han presentado a menudo al prog rock como elitista, normalmente preferido sólo por varones provenientes de la clase alta. Evidentemente, estos escritores no formaban parte del público en 1973» (p. 33).
Y páginas más adelante, dice que: «Para que conste, aunque la gira de Topographic Oceans ha sido muy desacreditada, mis amigos y yo vimos el álbum interpretado en su totalidad en cuatro ocasiones distintas en 1973 y nos encantó cada minuto de cada concierto» (p. 39).
Tengo que admitir que la primera parte de este libro fue la que me pareció más interesante, aunque sé que no me hará ningún mal profundizar en el resto del mismo y revisarlo con atención: sé que encontraré datos importantes y puede que algunas sorpresas.
Si esta reseña logró hacer surgir la curiosidad en algún lector, puede encontrar con facilidad este ejemplar en varias librerías en línea –con un precio de alrededor de 20 dólares estadunidenses–, y así irse preparando para el año 2023, cuando todos estos álbumes cumplan sus 50 de haber salido a la luz.
Título: 1973: The Golden Year of Progressive Rock
Autor: Geoffrey Feakes
Editorial : Sonicbond Publishing (7 Mayo 2022)
Idioma : Inglés Tapa blanda : 160 páginas
ISBN-10 : 1789521653
ISBN-13 : 978-1789521658

El rock progresivo de Queen (1a. parte)
Para muchos escuchas habituales de rock progresivo es más que evidente la cercanía de este género con la música del grupo Queen, percepción que es confirmada por numerosos periodistas de rock y estudiosos de la música, como se muestra a continuación:
- Es frecuente que a Queen se le nombre dentro del mismo grupo, junto a indudables exponentes del rock progresivo: “Las bandas de art-rock más notables incluyen grupos como King Crimson, Pink Floyd (1966), Genesis (1967), Yes (1968), Queen (1972), Nice, Jethro Tull y Emerson, Lake and Palmer”. (1)
- Aunque la etiqueta de “progresivo” no se pueda aplicar a una gran parte de la obra de Queen, hay ciertas piezas que fácilmente se podrían insertar en ese género: “El rock progresivo tuvo un asombroso éxito con el sencillo teóricamente largo (casi 6 minutos) ‘Bohemian Rhapsody’ que llevaba muchos de los sellos distintivos del género ‘prog’ como se describe en este capítulo”. (2)
- En la siguiente cita, el desprecio de un crítico hacia el progresivo –muy común en la prensa de rock– es automáticamente trasladado a Queen: «La omnipotencia de «Bohemian Rhapsody» lo hizo oficial: el prog rock seguía siendo el opio de las masas. . . . El disco de Queen hizo desfilar sin vergüenza todo lo que había combatido como comentarista de rock». (3)
- En un análisis de «Bohemian Rhapsody» se lee: “Empiezo con la letra, sin embargo, que —como gran parte del rock progresivo británico que busca expandirse más allá de las limitaciones del single de tres minutos— sugiere pero no sostiene una narrativa”. (4)
- Por último, las palabras de John Covach:
La mezcla de rock y opereta de Queen fue sólo otro ejemplo de la fusión de estilos de rock y música clásica que fue liderada por los Beatles. Bandas de rock progresivo como Emerson, Lake & Palmer, Genesis y Yes hicieron del uso de pasajes de sonido clásico parte de sus estilos característicos, al igual que grupos más orientados al pop como la Electric Light Orchestra y The Moody Blues. (5)
En esta última cita se puede observar el aspecto que se menciona más a menudo como el vínculo entre Queen y los grupos progresivos: el uso de elementos de la música “clásica” –esto es, música de conservatorio o académica– dentro del rock.
Esta adopción de elementos académicos dentro del rock es enérgicamente censurada por la prensa musical, que lo interpreta como una pretensión de querer pertenecer a una alta clase social que –supuestamente– acoge este tipo de música; sin embargo, a los críticos se les olvida que este conocimiento –aunque sea limitado y superficial– y gusto de los rockeros por las obras clásicas puede deberse simplemente a una temprana exposición a esta música a través de la radio, del cine, y hasta por la formación religiosa recibida –medios por los cuales la música clásica ha llegado a un amplio número de gente de muy diversas clases sociales y niveles económicos.
Apoyando la idea de esta exposición musical temprana, Brian May afirma que «Hay mucho más música clásica en nosotros que en la mayoría de las bandas, estoy seguro, y creo que en gran parte fue por lo que escuchábamos de niños». (6) Y aunque Freddie Mercury hace notar ciertas diferencias en gustos musicales con sus compañeros de grupo cuando dice «A mí me gusta ir al ballet y a la ópera y cosas así, a ellos no les gusta todo eso. Sólo siguen yendo a shows de rock and roll.» (7), Brian May matiza al respecto:
Freddie estaba en áreas muy diferentes, particularmente en lo de la ópera. Por extraño que parezca, todos [Queen] tenemos un poco de eso en nosotros, porque estaba a nuestro alrededor cuando crecimos. Es parte de nuestra educación inglesa; absorbimos mucha música clásica subliminalmente de nuestros padres. (8)
En efecto, así como Mercury afirma sin reservas que en su balada “Love Of My Life” sus influencias clásicas entraron en juego (9), May muestra cierto conocimiento de los conceptos de canon, fuga y contrapunto –propios de la música académica– cuando menciona su fascinación por los delays y su uso en “The Prophet Song”. (10)
Llegando a este punto, se hace necesario ejemplificar musicalmente algunos momentos o piezas donde Queen exhiba dicha influencia clásica, para lo que utilizaré el artículo de Nick Braae, “Queen´s classical music references 1973-76”, en el que profundiza al respecto –y cuya lectura recomiendo ampliamente.
Entre los elementos que Braee descubre en Queen como aproximaciones al sonido del repertorio clásico europeo, menciona una progresión armónica en la sección del puente de la pieza “Teo Torriatte”, el uso que da Roger Taylor al tom de piso, acentuando ciertas figuras rítmicas como lo haría el timbal de una orquesta –que puede escucharse en la sección de ópera de «Bohemian Rhapsody» y en otros momentos de las piezas “The March of the Black Queen”, “The Millonaire Waltz” y “In the Lap of the Gods”– y la incorporación de trinos en las melodías tocadas por la guitarra y el piano. Este último elemento es el que ilustraré a continuación.
Un trino es la sucesión más o menos rápida de dos notas que están a una distancia de tono o semitono y que se utiliza como una forma de adornar o darle variedad a una melodía. En una partitura suele indicarse con las letras “tr” y una línea ondulada, como puede observarse en este ejemplo de la Sonata en Do mayor para piano, K. 545, de W. A. Mozart.

En el pentagrama superior de esta imagen se observa la indicación de cómo se debe ejecutar el trino: ahí se ve la rápida alternancia de las notas Si y La, con un pequeño cambio hasta al final –a manera de remate– con las notas Sol y La.
Ahora escuchémoslo:
Este ornamento musical se puede observar en diferentes piezas de Queen:
En “The March of the Black Queen” en los minutos 4:00 a 4:10 primero en piano y luego en la guitarra; y de 5:46 a 6:06 en dos ocasiones con la guitarra.
En “Love Of My Life” ocurre en 00:13 y en 1:45.
Al final de “The Millonaire Waltz”.
Aunque el uso del trino es una directa referencia a la tradición clásica europea, Braae nos muestra tres piezas donde Queen hace una clara imitación de los estilos y compositores de la música académica, ejemplos de los que se hablará en la segunda parte de este artículo.
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Notas
- Kajanová, 2014, pág. 63.
- Eisentraut, 2013, págs. 111 y 112.
- Kent, 2011, pág. 249.
- Nicholas Cook en Almén y Pearsall, 2006, pág. 125.
- John Covach en Moore, 2008, pág. 176.
- Nick Braae en Gonin y otros, 2016, pág. 119
- Thomas, 2012, min 24:00
- May, 1993, pág. 43
- The History of Rock 1975 –May 2016, p. 51
- Shland y Kempin, 2006, material extra.
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Referencias
Almén, B., & Pearsall, E. (2006). Approaches to meaning in music. Bloomington, IN: Indiana University Press.
Eisentraut, J. (2013). The accessibility of music: Participation, reception and contact. Cambridge: Cambridge University Press.
Gonin, P., Atton, C., Hill, S., Moore, A. F., & Williams, J. A. (2016). Prog rock in Europe: Overview of a persistent musical style. Dijon: Éditions universitaires de Dijon.
Kajanova, Y. (2014). On the History of Rock Music. Peter Lang Publishing Group.
Kent, N. (2011). Apathy for the devil: A seventies memoir. London: Faber.
May, B. 1993. Guitar World, January.
Moore, A. F. (2008). Analyzing popular music. Cambridge: Cambridge University Press.
Shland, T., Kempin, G. The Making Of ‘A Night At The Opera’.
Thomas R., Freddie Mercury: The Great Pretender.
The History of Rock 1975 -May 2016.
La autobiografía de Greg Lake
Lucky Man: The Autobiography
Greg Lake
Constable (2017), London
Páginas: 295
“Ninguno de nosotros en esta tierra tiene el control total de su propio destino y, en muchos aspectos, todos estamos obligados a jugar con las cartas que nos han dado.” (1)
Greg Lake
Greg Lake prologa su libro relatando su experiencia de tocar –como parte del grupo Emerson, Lake and Palmer (ELP)– en el Madison Square Garden de Nueva York, lugar con capacidad de 22,000 personas. En ese tiempo –diciembre de 1973–, ELP se encuentra en uno de sus puntos más altos de creatividad, de nivel interpretativo y hasta de camaradería entre sus integrantes. La exposición que hace del trabajo de producción –de instrumentos utilizados, equipo de audio, visuales, y de recursos humanos– más sus expresiones de lo que significó ese momento para él, me transportó muy pronto a esa época dorada de la música británica, cuando las compañías discográficas permitían a los grupos experimentar y dejaban las decisiones musicales a los propios músicos.
Después, como si fuese una película, Lake realiza un flashback hasta la etapa de su infancia en el seno de una familia humilde “en la pequeña ciudad portuaria de Poole en Dorset, en la costa sur de Inglaterra”, y empezamos así a conocer la música que escuchaba y los autores que lo marcarían, sus primeras lecciones de guitarra con Don Strike –también profesor de Andy Summers, del grupo Police y de Robert Fripp, de King Crimson– y su deambular por diferentes agrupaciones: desde su primera banda que tocaba en fiestas éxitos pop del momento hasta su participación en Unit 4, The Time Checks, The Shame y The Gods.
Supongo que, si son como yo, varios de los admiradores de Lake leyeron con celeridad para llegar pronto a los capítulos sobre King Crimson y ELP. En este punto tenemos una descripción muy detallada de sus conciertos –cuándo y dónde se realizaron, con quienes compartieron escenario, a quién conocieron–, de sus giras y de sus grabaciones –datos que se pueden encontrar en biografías de los grupos y diversos sitios de internet– pero, para decepción de muchos lectores, Greg Lake dice muy poco sobre su interacción con sus compañeros músicos. Esto es, gran parte de la información que brinda la pudo haber dado alguien del equipo técnico o el manager del grupo, pero del creador e intérprete de esta música uno esperaría aspectos más significativos –tal vez por eso, es que varias reseñas señalan que este libro es superficial.
Por ejemplo, al hablar de Robert Fripp, a quien nombra varias veces como su amigo –juntos estudiaban las lecciones que les dejaba su profesor de guitarra, y juntos rentaban un departamento– Lake suele ser bastante impersonal, o demasiado seco. Esto puede contrastarse con la amplia descripción que hace de Dee Anthony, manager de King Crimson y ELP en Estados Unidos, y la narración de las “aventuras” que vivió con él y las enseñanzas que le transmitió: aquí se notará entusiasmo y calidez –características que no se percibirán cuando hable de Keith Emerson, y menos de Carl Palmer, a quien parece que sólo menciona cuando es inevitable.
Aunque Lake puede ser impersonal en su narración –afortunadamente, no siempre es así– y muy hermético en ciertos aspectos –como en lo referente a su vida privada o para aclararnos por qué no siguió el proyecto con Cozy Powell–, hay que aplaudirle que sea muy respetuoso y diplomático, que no hable mal de nadie, y que no use su libro para chismear o para golpear a alguien. Por otro lado, cuando necesita ser enfático, lo es, como en los citas que presentaré a continuación.
Casi desde sus inicios, ELP fue atacado fuertemente por los críticos de rock y tildado de pretencioso por utilizar en sus composiciones elementos de la música clásica europea. Esta misma crítica se sigue dando hasta el día de hoy: recuerdo a un conocidísimo crítico mexicano que en una conferencia decía que “lo malo” de los que hacían rock progresivo era que “querían ser músicos clásicos”. A este periodista mexicano Lake le podría haber respondido lo siguiente:
“En ningún momento hemos afirmado ser músicos clásicos o incluso músicos con formación clásica, solo éramos músicos británicos de rock and roll que extraían una gran parte de su influencia de las raíces europeas en lugar de las estadounidenses. Para nosotros, parecía importante en ese momento intentar despegarse del mismo viejo y probado camino que otros tantos artistas británicos de rock habían seguido en el pasado utilizando el blues americano, el rock and roll y la música gospel como su única fuente de inspiración.” (2)
Sobre las críticas a Trilogy, su tercer disco de estudio, Lake afirma:
“A menudo me sorprendió la intensidad del odio que algunos críticos sentían por este disco. Para ellos, Trilogy era pretencioso y pomposo. Y no era bastante con simplemente rechazar a la banda o que encontraran el disco aburrido. Ellos se empeñaron en escribir páginas donde despotricaban furiosamente. ELP parecía tener una habilidad especial cuando se trataba de enfurecer a los críticos de música hasta un punto donde perdieran el autocontrol.” (3)
Y aquí nos habla del término “rock progresivo” y sobre los objetivos musicales que perseguían en ELP:
“Nuestro estilo de música es, por supuesto, conocido como ‘progresivo’, pero este no era un término que utilizáramos en esa época. Al igual que en King Crimson, sólo nos veíamos como una banda innovadora que iba a liberarse de las convenciones de la industria. La experimentación que habíamos hecho en nuestras anteriores bandas sería llevada a un nuevo nivel. Ciertamente, no íbamos a ser una banda de singles.” (4)
Sirvan estas citas, como un ejemplo de pasajes que pueden aportar bastante a la comprensión del grupo ELP y de la personalidad de Greg Lake.
Para terminar, diré que encontré muy disfrutable esta lectura: me emocioné con los éxitos de Lake, me preocupé con sus infortunios y me entristecí –al llegar al final de esta obra– con el tema del suicidio de Keith Emerson y de la enfermedad terminal del mismo autor, momentos que fueron de los más conmovedores del libro. Tengo mis dudas de que algún lector que desconozca su música pueda gozar de este volumen tanto como yo lo hice, pero es indudable que todo fan de ELP y de King Crimson debería de conocerlo: seguramente que le aportará para un mayor entendimiento de esta música.

Notas
- Lake, 2017, pág. 279.
- Lake, 2017, págs. 77 y 78.
- Lake, 2017, págs. 126 y 127.
- Lake, 2017, pág. 81.
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Los Caprichos de Greg Lake
De lo simple a lo complejo en la música “tardía” de Yes (2a. parte)
La primera parte de este artículo la concluí, tras el análisis de algunos fragmentos musicales, con las palabras siguientes:
Es cierto que la música de Yes se simplifica en varios aspectos a partir de su álbum 90125, pero también lo es que el oyente experimentado podrá encontrar elementos de gran inventiva que ligan la música de este periodo con la que hicieron en su etapa “clásica”.
Pero como es inevitable que surja siempre la réplica de algún lector, yo me adelanté y traté de imaginarme lo que me podría cuestionar, algo como:
“¿Y qué me vas a decir de su pieza ‘Owner of a lonely heart’?, ¿acaso no es de lo más comercial que grabó el grupo Yes?”
Y en atención a este imaginario lector, es que va aquí mi respuesta.
Sí, acepto que “Owner of a lonely heart” (OOALH, de ahora en adelante) fue muy comercial, en el sentido de que vendió muchísimo –siendo la única canción de Yes en llegar al número uno en Estados Unidos–, pero yo no considero que la palabra “comercial” sea sinónimo de baja calidad o de algo moralmente reprochable –ya hablé al respecto en mi artículo titulado “¡Qué horror! ¡Eso es música comercial!”, por lo que no ahondaré más en ese tema. Más bien, lo que hay que distinguir en esta pieza es su aparente sencillez, sobre todo si se le compara con la música compuesta por Yes para sus álbumes anteriores.
Para comenzar, OOALH se encuentra totalmente en métrica a cuatro, en contraste con los tres ejemplos analizados anteriormente que presentan métricas de adición y juegos rítmicos de gran inventiva. En cuanto a la estructura de la pieza, esta es de lo más convencional: intro, verso 1 y coro 1, verso 2 y coro 2, puente, solo de guitarra, coro 3 y 4, puente y fade out. A diferencia de la norma en las canciones de rock, que emplean verso y coro contrastantes, aquí el verso y el coro utilizan la misma armonía, escuchándose siempre en ellos el riff con que inicia la pieza, riff que en sí mismo es el mejor ejemplo de simplicidad. Dice Trevor Rabin, artífice principal de esta pieza:
“Los riffs no tienen que ser complicados para ser buenos. En el caso de ´Owner of a Lonely Heart´, la belleza es que casi cualquiera puede tomar una guitarra y tocarla. Pensé en cambiarlo unas cuantas veces, pero siempre volvía a ese poder en bruto de su forma original.” (1)
Sin embargo, “…en tensión con este estilo claramente más simple hay un número de complejidades no diferentes a las de la música anterior de Yes”. Quien habla así es John J. Sheinbaum (2), musicólogo estadunidense que en su análisis de esta pieza pretende mostrar los vínculos musicales existentes entre este Yes de 1983 y el de épocas anteriores. Para detallar e ilustrar los elementos que Sheinbaum arroja para probar su afirmación emplearé el resto de este artículo.
Entonces, ¿cuáles son estas “complejidades”? La primera de ellas es el fraseo rítmico no convencional. La mayoría del rock, es más, la mayoría de la música popular, suele crear sus frases en grupos de 4, 8 o 16 unidades métricas (compases). ¿Qué ocurre en OOALH? Después del inicio de la batería, la guitarra eléctrica expone el riff principal de la pieza un número de tres veces, no cuatro o dos como sería lo más común. Inmediatamente después, al entrar la batería y el bajo, este riff es tocado, nuevamente, por tres ocasiones.
A continuación entra el primer verso, donde «el patrón de frases de seis compases de la introducción da como resultado una situación sutilmente irónica en la que el convencional fraseo rítmico de 8 + 8 de los versos puede sonar fuera de lo común». (3) El coro se canta cuatro veces en la pieza y sólo en una de ellas, la tercera aparición, se adhiere a la norma de 8 compases: el primer coro es alargado para durar 9 compases, y el segundo y cuarto coro se acortan para quedar en 7 compases. En cuanto a los puentes –aportación del bajista Chris Squire(4)–, estos siguen contradiciendo las estructuras acostumbradas: el primer puente frasea en grupos de 6+4+4 compases, más otros 4 de transición al solo de guitarra. El segundo puente agrupa los compases en 6+4+2, más 8 compases finales en donde se efectúa un fade out.

Vayamos a otro punto. Debajo de la simpleza superficial de OOALH se pueden escuchar una serie de efectos sonoros y timbres disruptivos, ocurriendo el primero de ellos a los 19 segundos: un sample (grabación) de trompetas tocando un acorde de trecena. Este acorde vuelve a aparecer en el primer verso y el primer coro –con la adición de sonidos de arpa y chasquidos de dedos–, hasta llegar al segundo verso (en el minuto 1:13), donde la simple estructura de 16 compases es constantemente interrumpida por “… gritos de trompetas sintetizadas, sonidos metálicos, efectos atmosféricos de teclado, sonidos no afinados de viento y maquinaria, y guitarra acústica”. (5)
Pareciera que estos sonidos intrusivos están librando una lucha por ser protagónicos, lo que finalmente logran poco antes del solo de guitarra (2:24 min.), donde se ubica…
“una subsección de cuatro compases que consiste en nada más que tales intrusiones –todo es trompetas sintetizadas y breaks de batería fuertemente procesada. Esto concluye con un compás final que agrega perturbaciones de altura y ritmo a los timbres y a la estructura, cuando las trompetas y batería realizan un ascenso cromático en tresillos de cuarto, un ritmo que se escucha por única vez en toda la canción». (6)
El tercer punto de complejidad citado por Sheinbaum es la modulación que ocurre a la mitad del segundo puente, cambiando de la tonalidad de La a la de Fa, tonalidad en la que permanece hasta el final de la pieza. Es practica común que una canción module al acercarse el final pero usualmente es en la sección del coro –después de que este se ha repetido hasta el cansancio– y en dirección ascendente: «Ascender el coro o coros finales de una canción por un semitono o tono es un recurso tradicional en la composición de canciones para agregar brillo al final de la canción» (7). En OOALH, en contraste, el cambio se da en el puente, además es descendente, en un intervalo de tercera mayor, para caer así en una tonalidad lejana.
Como conclusión, citaré nuevamente a John J. Sheinbaum: “Si bien,‘Owner of a lonely heart’ está a la vez en un formato de canción pop y alrededor de las convenciones de la canción pop, desde el principio el sonido y la estructura sugieren abrirse más allá de esas convenciones ”(8).
Gran parte de la lectura del análisis de Sheinbaum me confirmó lo que ya había observado en mi ejercicio de métricas inusuales: que el oficio y la imaginación musical de Yes se siguen manifestando después de su etapa clásica y que reducir a las palabras “comercial” y “simple” la música que hicieron a partir del 90125, es una posición que la escucha concienzuda de su música puede rebatir. Yes tuvo que adaptarse a los cambios de la industria musical de los ochenta –como muchos otros grupos de rock progresivo– y tal vez por eso su complejidad habitual tuvo que llegar a ser de una clase diferente para poder así coexistir con elementos musicales de gran sencillez.
Notas
(1) Bosso, J. «The Real Story Behind ‘Owner Of A Lonely Heart’». Recuperado el 9 de dciembre de 2018 de https://web.musicaficionado.com/main.html#!/article/The_Real_Story_Behind_Owner_Of_A_Lonely_Heart_by_joebosso
(2) Sheinbaum, 2019, pág. 146.
(3) Sheinbaum, 2019, pág. 146.
(4) Morse, 1996, pág. 77.
(5) Sheinbaum, 2019, pág. 148.
(6) Sheinbaum, 2019, pág. 148.
(7) Rooksby, 2007, pág. 142.
(8) Sheinbaum, 2019, pág. 147.
Referencias
Bosso, J. (2018) The Real Story Behind “Owner Of A Lonely Heart». Recuperado el 9 de dciembre de 2018 de https://web.musicaficionado.com/main.html#!/article/The_Real_Story_Behind_Owner_Of_
Morse, T. (1996). Yesstories: Yes in their own words. St. Martins Press.
Rooksby, R. (2007). Arranging songs: How to put the parts together. Backbeat Books.
Sheinbaum, J. J. (2019). Good music: What it is and who gets to decide. Chicago: The University of Chicago Press.
De lo simple a lo complejo en la música “tardía” de Yes (1a. parte)
I’m moving through some changes, I’ll never be the same.
(Estoy atravesando por algunos cambios, nunca seré el mismo.)
YES (1)
Entender la métrica de una pieza o fragmento musical que se escucha es parte fundamental de la labor de un músico. La mayoría de ellos lo hace sin mucho esfuerzo, aún cuando desconozcan, en muchas ocasiones, los conceptos musicales de pulso y metro. (2) Siendo que el noventa y tantos por ciento de lo que oímos está en métrica a cuatro, un estudiante de música puede sentirse perdido al enfrentarse a otras métricas, por lo que se me ocurrió hacer una selección de piezas con métricas no usuales para presentarlas a mi clase de solfeo.
Cualquier oyente habitual de la música etiquetada como rock progresivo, sabe que en este género aparecen a menudo métricas inusuales, por esto decidí hacer uso de mi experiencia como fan de progresivo, saqué de mi librero todas las partituras que encontré del grupo británico “Yes”, y empecé a buscar métricas simples y compuestas, aditivas, regulares e irregulares que pudieran existir en su música. Aunque por mi escucha constante de la música de este grupo ya tenía ubicadas diversas canciones que podría utilizar en mi ejercicio, el estudio de sus partituras me mostró varias piezas en las que no había advertido sus excepcionales métricas. Es curioso que si no se escucha la música con un oído analítico pueden pasar desapercibidos muchos prodigios que en ella se encierran.
Al final de mi búsqueda obtuve quince fragmentos musicales que hice escuchar a mis alumnos de cuarto año del Técnico en Jazz, quienes, acostumbrados a escuchar todo en cuatro cuartos, tuvieron dificultades para identificar las métricas utilizadas por Anderson, Squire y compañía.
Al tiempo que disfruté mi redescubrimiento de la música de Yes, advertí también que había algo raro en mi selección: la mitad de mis ejemplos fueron tomados de los discos que grabaron a partir de los años ochenta, una etapa que es considerada por muchos como la menos afortunada, o tal vez, menos creativa. A pesar de ese pensamiento generalizado, los ejemplos que tenía ante mí demostraban que aún en la etapa “tardía” de Yes –por llamarla de algún modo– estos músicos desplegaban oficio e imaginación musical, lo que intentaré demostrar a continuación.
Los primeros 80 segundos de la pieza “Changes” –del álbum 90125, de 1983– nos ofrecen un riff repetido en demasía, pero que nunca cansa por el adecuado uso de dinámicas e instrumentación. La métrica de este riff es totalmente extraña, consistente en …¡17 pulsos! –subdivididos en una serie de 4+3+4+3+3.
Fig. 1 Extracto de «Changes» (Rabin, Anderson, White).
La percusión que se escucha marca el pulso y la numeración muestra su agrupamiento.
Un recurso similar lo utilizan al inicio de “Miracle of life” –del disco Union de 1991 – donde también encontramos un ostinato, pero esta vez basado en un modo Lidio —escala bastante inusual en el rock. Sobre este ostinato suena una melodía —una cita de la “Música Acuática” de Georg Friedrich Händel— que define el pulso y su agrupamiento: 5+5+5+2; esto es, también tenemos una métrica a 17. El ostinato suena dos notas por cada pulso y su contorno melódico nos hace agrupar las notas de la siguiente manera: 7+5+7+5+7+3; la suma de esto es 34, como se esperaría, pero el ordenamiento de las notas contradice el de la melodía principal creando una deliciosa tensión rítmica.
Fig. 2 Extracto de «Miracle of Life» (Rabin, Mancina)
El tercer ejemplo es de la pieza “Subway Walls”, del último disco de estudio de Yes: Heaven and Earth, del año 2014. En el minuto 4:10, el bajo en solitario ejecuta un riff en una métrica de difícil comprensión, donde la entrada posterior de la percusión no ayuda a aclararlo: unos chasquidos de dedos comienzan a escucharse en el primer tiempo del riff pero los siguientes se desfasan con respecto a este, y la entrada de la batería confunde más porque uno espera el bombo en el tiempo uno del compás pero en su lugar suena la tarola. El noventa por ciento de mis alumnos no pudo descubrir que teníamos una métrica a 15 (7+8). A pesar de su dificultad oculta, este fragmento fluye muy bien, sin sonar complicado.
Fig. 3 Extracto de «Subway Walls» (Davison, Downes)
Es cierto que la música de Yes se simplifica en varios aspectos a partir de su álbum 90125, pero también lo es que el oyente experimentado podrá encontrar elementos de gran inventiva que ligan la música de este periodo con la que hicieron en su etapa “clásica”—ahora sí que, como diría mi abuelito, “El que tuvo, retuvo”.
“¿Y qué me vas a decir de su pieza ‘Owner of a lonely heart’?”, me podría señalar un airado lector, “¿acaso no es de lo más comercial que grabó el grupo Yes?”
Era inevitable, sabía que iba a surgir una pregunta así, no podía faltar. Pero no hay problema, es muy bueno tener lectores participativos; así que, con todo gusto, daré mi respuesta, aunque tendremos que esperar a la segunda parte de este artículo.
Notas
(1) “Changes” Letra y música por Trevor Rabin, Jon Anderson y Alan White. Yes. 1983.90125. Atco 90125-1.
(2) Para todos aquellos que desconocen estos aspectos técnicos de la música, intentaré dar una breve explicación. La métrica es la forma como se agrupan los pulsos. Así como una enfermera percibe una serie de golpes ininterrumpidos cuando nos toma de la muñeca, todos podemos percibir una serie de pulsaciones cuando escuchamos la música, y esto se manifiesta cuando movemos nuestro pie, la cabeza o damos palmadas a la velocidad de este pulso. Ya que hemos sentido la pulsación de una pieza musical, podremos percibir que hay diferencias de acentuación entre cada uno de estos golpes, lo que provocará diferentes agrupaciones. Si la música me da una secuencia de un pulso acentuado por cada dos débiles, tendré grupos de tres – métrica ternaria– y si se forman grupos de cuatro pulsos –por la sucesión de un pulso fuerte y tres débiles– le llamaremos métrica cuaternaria. Cuando alguien dice que “esta pieza está en compás de cuatro cuartos” se refiere a que esa pieza está en métrica a cuatro.









