Artículo publicado originalmente en octubre de 2011 en la página de http://www.facebook.com/GoveaProgressiveJazz
Ningún otro género de la música popular ha sido tan satanizado como el rock progresivo. Gran parte de la prensa musical, e incluso algunos musicólogos, lo han acusado de ser pretencioso, apolítico, elitista, y demás adjetivos peyorativos. Un análisis de esta actitud de los críticos de rock hacia esta música podría llenar un grueso tomo.
Hace algunos meses escuché una conferencia sobre historia del rock impartida por un conocido crítico mexicano de dicho género. De entre varios comentarios que hizo, evidenciando su desagrado hacia el rock progresivo, tomaré solo uno para analizarlo en detalle. Dicho comentario es el siguiente: “Los músicos de rock progresivo eran personas que aspiraban a ser músicos clásicos”. Aclaremos que cuando este crítico habla de un músico clásico se refiere a un músico de conservatorio.
Ante esa afirmación, lo primero que podríamos contestar es: si algún músico de rock quiere volverse clásico, ¿cuál es el problema?, ¿acaso no tiene la libertad de hacer musicalmente lo que se le antoje? No obstante, esta supuesta aspiración a ser clásico es una actitud que este crítico hace ver como despreciable; su visión es que la música clásica (o académica) es completamente opuesta y ajena a la música rock, que es considerada como música de extracción popular. Insinúa además que un músico que olvida sus raíces populares en busca de una música que, supuestamente, se identifica con las clases altas, traiciona la esencia de lo que es el rock.
Esta es la idea de la “acreditación cultural”, según la cual las obras de rock progresivo “podrían elevar el estatus de sus compositores e intérpretes – y por implicación, de la música pop en general – a un nivel comparable con el de la música clásica europea del pasado, y de este modo llevarlos a la aceptación dentro de los círculos del establishment musical”.(1) Para estos críticos, la creatividad y el eclecticismo del rock progresivo es solo una búsqueda de estatus, un intento por agradar a la gente que aprecia y cultiva la «música de arte». Hay varios problemas con esta idea.
Primeramente: si alguien quisiera elevar su estatus dentro del círculo de la música de concierto –cuyo público, por lo general, es completamente ajeno a muchas músicas de corte popular– lo menos adecuado sería formar un grupo de rock. En segundo lugar, esta idea ignora completamente la historia real de muchos músicos de rock progresivo. Keith Emerson, tecladista y compositor de Emerson, Lake and Palmer, tuvo una breve formación clásica con varias profesoras de piano, para tiempo después acercarse al jazz, al blues y al rock. Rick Wakeman, tecladista de Yes, terminó la licenciatura en piano clásico y se convirtió en músico de estudio, llegando a aportar sus teclados en dos discos de David Bowie. El tecladista de Gentle Giant, Kerry Minnear, presenta un caso similar, termina su licenciatura en composición y se adentra tiempo después en el rock. Chris Squire, bajista de Yes, formó parte, siendo niño, de uno de los mejores conjuntos corales de Inglaterra, y, al igual de todos los mencionados anteriormente, escogió el rock como el mejor medio para expresarse musicalmente. Si es despreciable dejar el rock para irse a lo clásico, según esta teoría, sería admirable moverse de lo clásico al rock.
Nuestro amigo crítico declara después que “lo malo” de Rick Wakeman era que “se había quedado a mitad del camino entre ser un músico de rock y un músico clásico”. Esto es una falsa dicotomía: según él eres músico clásico o eres músico de rock, no tienes mas que dos opciones, cualquier fusión de elementos de las dos músicas es inaceptable.
Del análisis del discurso de este y otros críticos, puede deducirse que su molestia viene de la convergencia de la –para ellos– música de las altas clases sociales (clásica) con la música de la –también, según ellos– clase trabajadora (rock) en un género como el rock progresivo. Dicha molestia se basa en falsos supuestos, ya que los conocimientos de música clásica de gran parte de la clase dirigente, o poderosa económicamente, son mínimos; y por el contrario, la gente de la clase trabajadora puede disfrutar enormemente un concierto de un cuarteto de cuerdas o de una orquesta sinfónica.
[1] Hatch and Millward From Blues to Rock, An analytical History of Pop Music, 1987, p.148, Manchester University Press .
Por suerte, el criticar el rock progresivo ya se considera, desde hace unos años, algo casposo. Hoy el rock progresivo es un género musical como otro cualquiera. Es verdad que durante muchos años y tras el punk meterse con el rock progresivo era la moda de los esnob. Pero esos esnob estaban influidos, sin saberlo ellos mismos, por los grandes industriales que habían perdido el control de sus músicos al estar de moda la música elaborada. Esos comentaristas hicieron el trabajo sucio a los capitalistas de la música ayudando a poner gradualment de moda música mínimamente elaborada y, por tanto, sujeta a músicos más manipulables e intercambiables.
Ahora, con las cancioens de 3 minutos por todas partes, se dan continuamente plagios sin quererlo el que plagia. Incluso ya han habido jueces que han dicho que habiendo solo 7 notas y un tiempo limitado en la música pop, que es normal que muchas canciones se parezcan. De esa manera, hoy ya es muy difícil demostrar que una canción es plagio de otra. Aparte, al perder calidad la música rock y dejar de cuidarse la estructura orgánica de los discos que crea un vínculo artístico entre música, portada y filosofía (como sí se lograba en la década de 1970) se ha conseguido que el CD no sea más que una grabación que a uno le sale más a cuenta descargársela de internet en MP3 que comprarla. Así, la alianza entre los capitalistas del audio y los comentaristas mediocres ha logrado destruir incluso la industria musical.
Por otro lado, en español «rock progresivo» es una pseudotraducción del ingles «progressive rock», que literalmente significa «rock progresista». Atentos: «progresista». Es decir: de izquierdas. Y es que el pop de los ochenta y posterior es mucho más finolis, superficial, trajeado, pijo y, por tanto, mucho más de aspirante a ricachón que el profundo y crítico rock progresivo. Para eso basta comparar las letras ecologistas de Yes (por ejemplo «No mates a la ballena») y las elaboradas críticas sociales de las letras de Roger Waters en PinK FloYd, frente a las tonterías dichas continuamente en la música pop que machaconamente se nos ha intentado vender durante 40 años después del punk.
Como dice Carlos Romero, escritor de un libro sobro King Crimson: ya tenemos que aspirar a algo que va más allá del rock progresivo. Él, como yo, es partidario de una genérica Música Progresiva que se adentre en el rock cuando le venga en gana y que pueda irse a lo clásico-étnico-acústico o electrónico cuando quiera. Se trata de promover la libertad y la creatividad en el arte.
Sinceramente, lo que digan los comentarisras analfabetos y pasados de moda sobre el rock progresivo me importa bien poco. Solo les recuerdo que necesitan actualizarse.
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Pienso que el hecho de que socialmente se considere el «rock» como mùsica no acadèmica, es el resultado de la ignorancia màs atroz, pues èsta mùsica, englobada en un solo tèrmino, incluye extraordinarios mùsicos que han llevado a cabo la evoluciòn de la mùsica en nuestros tiempos. Esto siempre sucede en la historia. Y tampoco vale mucho la pena darles crèdito a èstos crìticos, que siempre son ajenos a la creaciòn e interpretaciòn musical y por lotanto, ignorantes del tema asì se sepan toda la teorìa de la mùsica occidental.
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