“El tema de la corrupción, lamentablemente, es un cáncer social que no es exclusivo de México; lo es, yo creo, de todas las naciones, un tema casi humano, que ha estado en la historia de la humanidad.”, así lo dijo el presidente de México en una entrevista en agosto de 2014. Esta afirmación y frases como “La corrupción somos todos” —que se ha utilizado en campañas masivas — parecen apuntar a que la corrupción es inherente a la naturaleza humana. No obstante, alrededor del mundo los niveles de corrupción en diferentes países y los grados de honestidad de sus habitantes son muy variables, por lo que afirmar que existe en todo el mundo es evadir el problema.

En la entrevista citada el periodista León Krauze replicó al presidente Peña Nieto: “En Estados Unidos habitan más de 13 millones de mexicanos dispuestos a pagar impuestos, a no transgredir las señales de tráfico y a obedecer las leyes; por tanto, la corrupción no habría de ser un asunto relacionado con la cultura de las personas sino con el funcionamiento de las instituciones.”

Ricardo Raphael, autor de “El Mirreynato: la otra desigualdad” apoya la misma idea: “¿Por qué basta que un mexicano cruce la frontera del país para que su comportamiento se vuelva más honesto?” (2015, p. 129)

Un artículo publicado en el número 322 de la revista Science afirma que la inclinación de las personas a violar normas está influenciada por su entorno inmediato: “Las personas son más propensas a dejar caer la basura, evitar devolver sus carritos de compras e incluso traspasar en la propiedad privada cuando hay signos evidentes de desorden en su entorno, como graffiti.” (Keizer,K., Lindenberg,S. & Steg,L. Science 322, pp. 1681–1685; 2008 )

Entonces, el entorno influye pero ¿hasta que grado una sociedad corrupta modifica los niveles de honestidad? Simon Gachter y Jonathan F. Schulz se aventuraron a investigarlo (Nature, 531, pp. 496-499; 2016). Comenzaron por hacer una clasificación de 159 países de acuerdo a sus niveles de corrupción, evasión fiscal y fraude político, y a esto le llamaron índice de «predominio de violaciones a las normas» (PVN). Para ello utilizaron datos del año 2003.

De ese listado escogieron a 23 países representativos, en cada uno de ellos se tomó una muestra de adultos jóvenes – el promedio fue de 21.7 años – y después de forma individual se realizó con ellos el siguiente procedimiento. Uno por uno, a cada persona del grupo se le sentó en un cubículo donde tenía que tirar un dado dos veces y después reportar el número obtenido en la primera tirada. Según el número reportado el participante obtenía un pago: si reportaba uno obtenía una unidad monetaria, si decía que dos se le daban dos unidades monetarias y así sucesivamente, excepto que si reportaba seis no se le pagaría nada. El participante sabía que nadie más que él podía observar los resultados de los dados, por lo que se podría sentir tentado a mentir y reportar un número más alto para obtener más ganancia. Aunque de manera individual no se podría saber si mentían o no, el conjunto de todos los individuos de la muestra si arrojaría datos significativos. En un grupo “totalmente honesto” el porcentaje de cada número del dado sería de un sexto del total y en un grupo “totalmente deshonesto” todos los participantes, motivados por obtener la máxima ganancia, reportarían el número cinco del dado. De esta forma se obtiene una medición de la honestidad intrínseca en cada país.

Es así que ya tenemos dos series de datos, el índice de «predominio de violaciones a las normas» y la medida de honestidad intrínsenca, ¿cómo se relacionan unos con otros? El resultado encontrado fue que la honestidad individual es más fuerte en los países con bajo predominio de violación de normas (PRV) que en los países con alto PRV.

Una vez hecha la correlación entre honestidad intrínsenca y PRV, ¿cuál es el causante de cuál?

Los datos tomados para el índice PRV son del 2003 pero los individuos en los que se midió la honestidad intrínsenca participaron en el experimento entre el 2011 y el 2015. Si en el 2011 los participantes tenían 21 años –en promedio–, en el 2003 tendrían alrededor de 13 años, esto es, eran tan jóvenes que no podrían estar involucrados en actividades de evasión fiscal o fraude político que pudieran afectar la puntuación de su país en el índice PRV; por lo tanto, el probable camino causal es que el nivel de violaciones de normas de su país incidió en su nivel de deshonestidad individual.

En un spot de una campaña anticorrupción se escucha “Si de verdad quieres cambiar a tu país, cambia tú primero” y después muestra en pantalla el mensaje “La corrupción somos todos”. Pero ¿será posible el cambio individual cuando el entorno, las instituciones y la clase política se muestran continuamente como ejemplos de corrupción? O, como nos dice Ricardo Raphael: “La corrupción es posible en una sociedad donde la impunidad protege a los poderosos frente al castigo, y mientras mayor es el privilegio más grande es la impunidad. (…) Acaso, en vez de hablar de una cultura de la corrupción, sería necesario hacerlo de una estructura social que promueve (o inhibe) este fenómeno.”

Las conclusiones del artículo de Gachter y Schulz van en la misma dirección: “Las instituciones débiles y los legados culturales que generan violaciones de las normas no sólo tienen consecuencias económicas adversas directas sino que también pueden perjudicar la honestidad intrínseca individual que es crucial para el buen funcionamiento de la sociedad.”

Parece ser que la corrupción política engendra deshonestidad individual, como quién dice: la corrupción corrompe.

Bibliografía

Gaechter, S., Schulz, J. (2016). Intrinsic honesty and the prevalence of rule violations across societies. Nature, 531 (7595). 496-499.

Keizer,K., Lindenberg,S. & Steg,L. (2008). The Spreading of Disorder. Science, 322. 1681–1685;

Raphael, Ricardo, El Mirreynato: la otra desigualdad, México, Editorial Planeta Mexicana S.A. de C.V., 2015.

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Disculpa pública

No te has equivocado, estimado lector: este es un blog sobre música y músicos en México. Por eso te ofrezco una disculpa al publicar un artículo de esta naturaleza y también te explico mis razones.

  1. Todo músico es influido por la sociedad en la que vive, y un tema tan importante como la corrupción determinará aspectos del desarrollo del músico. En una publicación anterior ya hablé de la payola, práctica corrupta del ambiente musical, y posteriormente tocaré los temas del nepotismo y compadrazgo en la música, así que el artículo de hoy dará una base importante para contextualizar aquellos.
  2. Los músicos también necesitamos emitir nuestra opinión en asuntos que competen a la sociedad mexicana.

Te pido tu comprensión y prometo regresar a los temas musicales en mis próximos artículos.

¡Gracias por leerme!
Salvador Govea

3 comentarios en “La corrupción de nuestros políticos produce jóvenes deshonestos

  1. Excelente maestro!!
    La corrupcion es un fenómeno social difícil de erradicar, y si se piensa en ello, habrá que identificar los factores reales de su origen, para más que erradicarla, prevenirla. Esperamos su próximo artículo, muchos saludos!!

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