—¡Pos ése, amiga!, ¡ése es mi nombre! El verdadero nadie lo conoce aquí. Pero nomás pregunte por el Chubidubi, y usté va ver, amiga, cualquiera le va a dar santo y seña. Sí amiga, así es la cosa aquí, amiga.

—¿Qué?, ¿me acerco más?, ¿a dónde hay que hablarle?

—¡Ah!, ¡ya! Este es el micrófono, ¿verdad? Ora, pues. Órale, amiga, ta’ chidita la gabacha, ¿eh?

—Uy, sí, amiga. Sí, ya llevo un buen rato. Tendría como once años cuando me salí de la casa. Sí…, unos once años, amiga, porque iba en quinto de primaria cuando la bronca con mis jefes… No…, no, no fue por eso amiga, no. Ellos no me golpeaban, nunca lo hicieron, que yo me acuerde, ¿no? Lo que pasa es que me querían poner a chambear porque iba bien mal en la escuela. Sí, amiga, seguido no entraba, porque me aburría de a madres…, es que es de pinche hueva la escuela, ¿no?, amiga. Bueno, a lo mejor a usted si le gusta, amiga, porque ya pa ́ venir aquí pa entrevistarnos, y mezclarse con nosotros, que todo mundo nos ve como apestados, pos ́ ha de ser porque le interesan sus estudios, ¿no?, amiga. ¿De qué me dijo que era…?, su… este…, lo que está estudiando, amiga.

—¡Ah! , ¿comunicación?, ¡órales! Yo soy fregón para eso. Sí, en serio, amiga, no se ría, yo me comunico bien chido. Bueno, menos con mi familia, con ellos nunca me entendí. Por eso me salí de la casa…, y por que se la pasaban chingue y chingue: que si no me gustaba la escuela, entonces me pusiera a trabajar, que aprendiera a mis carnalitos, ¡bien mataditos, los cabrones!, que nomás me la pasaba rascándome los huevos, que no iban a mantener a ningún zángano, y que la chingada. No, amiga, pus cómo ve, que voy y que les digo “Pus ultimádamente váyanse mucho a la verga, nadie les está pidiendo nada.”, y que me salgo de la casa, con mi jefe gritando y mi mamá atacándose del pinche coraje.

—¿Quince años?, pus ahí mas o menos, amiga, casi le atina.

—Ay amiga, esas preguntas no se hacen, amiga. Ta ́ bien, nomás por que me invitó el desayuno le voy a decir la neta, nomás no lo ande aquí co-mu-ni-can-do con los de los puestos, ¿eh? Mire, amiga, aquí, para todos los del mercado yo tengo catorce años, ¿eh?; pero la verdad es que ya voy a cumplir veinte. Sí, amiga, no parece, ¿verdad? Pues sí amiga, veinte añotes. La neta me conviene que me vean morrito, porque así me tratan mas chido. Por ejemplo, los de aquí al lado, los de las películas, luego me disparan los tamalitos, porque dicen que ya parezco anoréxico; y luego los de la esquina, los del puesto de las papas, me dan unos pesos si les bailo. No, amiga, no vaya a creer que tengo mucha gracia pa ́ la bailada, para nada amiga. Pero ahí me ponen un reguetón, y entonces brinco y brinco como poseído, y ellos se cagan de la risa, me aplauden, me animan…, y se mochan con unas monedas, que es lo importante, ¿no, amiga?

—Donde caiga, amiga, donde caiga. Ora sí que donde nos agarre la noche, amiga. Aunque mayormente nos dormimos aquí en las jardineras. Por eso, mire…, mire amiga, aquí traigo cargando mi cobija; pa ́ no amanecer todo tieso, ¿no, amiga? Antes sí…, antes sí había chance de dormir, ahí, en un cuartito de azotea. Un Don me lo prestaba, ¡bien chido el ñor!, amiga, me cae. Nomás que luego le empezó a caer ahí toda la banda, y se armaba tanto pinche desmadre que acabó corriéndonos a todos.

—Es que se ponían a chelear y a monear, y se ponían bien pinches locos.

—No, amiga, yo no. Yo casi no tomo, amiga. Esta cara de crudo que me ve ya me tocó de nacimiento, ¿no, amiga? Serio, amiga. Es que aquí hay que andarse cuidando, amiga, y andando uno pedo, o chemo, es cuando nos la dejan caer. Yo dejé de empedarme, amiga, después de lo que le hicieron a La Barbie. La Barbie era una morrita, acá, de verdad bien linda, pus ¡porqué cree que le pusieron así! Luego-luego, cuando nos conocimos, como que hubo algo acá bien chido, como que nos conectamos de volada, ¿no? Yo tenía doce años y ella catorce, era mayor que yo, amiga. Y a sus catorce años, pus ya estaba bien desarrolladita, un cuerpecito bien rico que se cargaba. Juntos nos poníamos a chupar, digo, a tomar alcohol ¿no?, aunque de lo otro también, amiga, la neta, sí. Pus fíjese, amiga, que aquí en el parquecito unos tiras se ponían a cotorrear con ella y otras amiguitas. Les disparaban las chelas, y ya que estaban bien pedas se las llevaban en la patrulla y se las cogían. Y ¡pinches polis!, me cae que agarraban parejo, chavitas y chavitos, ¿eh? Pa ́ no hacerle el cuento largo, amiga, que me embarazan a La Barbie. Y luego…, pos ella con tal de no tener al bebé se toma unas pastillas, que los mismos polis le dieron. Se puso bien mala, amiga. Se agarraba la panza, y daba unos alaridos horribles. Y que empieza a sangrar, y a sangrar, y no le paraba, amiga. Fuimos con los de la patrulla. Y luego vino una ambulancia. Se la llevaron y ya nunca supimos de ella. Si no se murió de la desangrada, seguro que los pinches tiras la ayudaron.

—Sí, amiga, eso estuvo de la chingada, amiga. Me cae que me acuerdo…, y me ganan las pinches lágrimas. ¡Chale!, amiga… Ya hasta me vió chillando como vieja.

—No, no…, no hay pedo amiga. Estoy bien, toy bien. Si quiere le seguimos. Usté sígale preguntando, amiga.

—Oiga, amiga, déme chance, nomás una pregunta, amiga. Se me hace que ya no está grabando, porque se le apagó el foquito rojo… Ya tiene como cinco minutos.

—A ver, permítame, amiga. Yo le puedo poner las pilas. Sí, mire, amiga, es por aquí. A ver, preste, yo le ayudo, amiga.

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¡Pinche vieja!, ¡hasta creía que me iba a alcanzar! Y me cae que ora sí volé, no me aguantó ni una cuadra la morra.
¡No, hombre! ¡Y está re buena la gabacha!, ¡digital, y toda la cosa! Ahora si voy a tragar toda la puta semana. ¡De po-ca-ma-dre!

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